19 enero, 2010 - Lluís Bassets
Ahorrémonos el bochorno
Lo primero es restablecer el orden. Evitar el saqueo y el crimen, proteger a los más desvalidos de los 3.000 delincuentes que el terremoto liberó de la cárcel y de los muchos hambrientos y sedientos que los instintos de supervivencia pueden convertir en lobos. La vida debe regresar a la mínima normalidad que permita repartir alimentos y agua, organizar los campamentos para quienes se han quedado sin casa, asistir a los enfermos y heridos y terminar de enterrar a los muertos. La jerarquía de tareas es tan evidente que da vergüenza pensar en quienes la invierten por pruritos nacionales, celos, protagonismo, o lo que es peor, por antiamericanismo espontáneo. Haití necesita urgentemente que se imponga el orden y esto sólo puede hacerlo un ejército de una superpotencia vecina y con estrechos lazos con su población como es Estados Unidos.
Las catástrofes suelen proporcionar una buena medida de la calidad política y moral de los dirigentes y de los países donde se producen, así como de sus vecinos. Así sucedió con George W. Bush respecto al Katrina. El terremoto de Haití ha demostrado que la fibra de los políticos norteamericanos está mucho más tensa y viva en esta ocasión, incluyendo al propio antecesor de Obama. No hemos tenido nada de una gravedad equivalente en España que nos permita realizar la simulación en nuestra imaginación, pero casi por definición es imposible pensar que Felipe González y José María Aznar acudan a La Moncloa para hacerse una foto con José Luis Rodríguez Zapatero, para hacer un llamamiento a recoger fondos, y que luego firmen un artículo conjunto en el principal periódico y abran un site de Internet, gonzalezaznar.org debería llamarse, como lo han hecho Bill Clinton y George W. Bush con Obama, en el New York Times y en la red bajo el nombre clintonbushhaitifund.org.
Pero regresemos a la cuestión inicial. La Unión Europea, primera potencia mundial en cooperación y ayuda humanitaria, no debe gastar ni un segundo de tiempo ni un gramo de sus energías en criticar o recelar del papel que está jugando el ejército norteamericano en la recuperación del orden en Haití. Debería considerarse una vergüenza y una indignidad cualquier acto de protagonismo personal o de reivindicación de un papel nacional en esta materia. España, que tiene la presidencia de turno de la UE, lo ha hecho muy bien hasta ahora, sin codazos fuera de lugar pero tampoco inhibiciones. El ministro de Exteriores francés, Bernard Kouchner, ha demostrado la mayor sensatez sobre todo esto, aunque la verdad es que no sé yo muy bien si Sarkozy sabrá refrenarse. Ahorrémonos, por favor, el bochorno de esas protestas diplomáticas y declaraciones que denuncian la ocupación y la contraponen con la ayuda humanitaria. La primera ayuda humanitaria es proporcionar tranquilidad y orden a los damnificados y esto es lo que está haciendo ejemplarmente la América de Obama.
(Enlaces con el artículo de Bush y Clinton y con su site en internet para recoger fondos).