Se han reabierto escuelas, pero un millón de personas duerme aún en tiendas
DANIEL LOZANO - ENVIADO ESPECIAL - 22/04/2010 08:20
Han pasado cien días. Puerto Príncipe ha resucitado, pero sigue malherida. Ya no hay cadáveres en cada esquina de la capital de Haití. Tampoco zombies que desfilen por sus calles tras la mayor tragedia natural de la Historia, la que el 12 de enero reventó al país más pobre de América.
El escenario de la catástrofe sí es muy parecido al de entonces: casi mil campamentos donde pernocta el millón de personas que vieron cómo sus viviendas, 105.000 edificaciones, temblaban hasta romperse. Otras 208.000 están condenadas al derribo por sus condiciones inhabitables, censadas con las siglas rojas MTPTC. Calles deterioradas, escombros, edificios fantasmales A los pies de este paisaje, que en algunos barrios parece el de una guerra nuclear, los haitianos desfilan ahora con brío, buscando resolver su día a día.
Por las calles de Puerto Príncipe se mezclan ahora esperanza y caos
La calle mezcla esperanza y caos. La lluvia de millones de la solidaridad mundial y la lucha por la supervivencia de una sociedad siempre golpeada han iniciado la lenta recuperación. Veinte colegios reabiertos, ayuda alimentaria y agua canalizadas, campamentos más sólidos. Y un Estado que ya no es invisible. La vuelta a la normalidad parecía imposible tras la muerte de 220.000 personas. Pero el pueblo haitiano es orgulloso e indomable, el primero en declararse libre en América Latina.
Sin refugio contra las lluvias
A los pies de la estatua de su libertador, Toussaint Louverture, se lucha por la subsistencia. Estamos en el Campo de Marte, el campamento de desplazados situado junto al Palacio Presidencial. Muy pocos metros para una lejanía tan grande. El principal reto gubernamental todavía no se ha cumplido: muchos campamentos no son refugio seguro contra las lluvias, que se recrudecerán en mayo. Un mes después comenzará la temporada ciclónica del Caribe. Según estimaciones oficiales, 245.000 personas corren grave riesgo de sufrir una inundación y 40.000 de ellos necesitan ser evacuados con urgencia.
245.000 personas corren un grave riesgo de sufrir inundaciones
"Cuando llueve, el agua se mete por debajo y por arriba de las tiendas", muestra Joseph Joel, antiguo albañil de 37 años convertido hoy en uno de los líderes de Es tiempo de levantarnos, uno de los grupos surgidos en el interior del Campo de Marte.
Joel recorre con Público los infernales callejones nacidos dentro de esta favela levantada con plásticos. En una sola tienda, en muy pocos metros, viven Luciene Baptiste y 11 personas más. "El Gobierno nos olvidó", dice con amargura.
La debilidad de las tiendas sigue siendo el gran problema. "Y la comida no la vemos hace semanas", insiste la mujer. Un tanque y sus siete grifos proporcionan agua a las 2.800 personas que allí malviven. Una brigada de 50 personas con camisetas rojas, contratadas por Save the Children por cinco dólares diarios, barren toda la zona. Entre ellos, Michelle Auburg, contenta porque lleva cuatro días trabajando. Unos y otros siguen esperando una solución parecida al proyecto estrella del presidente Preval: el traslado de 5.000 desplazados desde el campo de golf de Petionville hasta Coral Cesselesse, a 20 kilómetros de la capital.
Fans del fútbol
En la ciudad resucitada, pero malherida, el fútbol sigue ocupando el espacio de los sueños. Miles de haitianos se congregaron frente a televisiones, en medio de la calle, en las peluquerías, incluso en la aduana del aeropuerto, para disfrutar el martes de la semifinal de Champions. Y cada vez que Messi se cosía el balón a la bota, el locutor gritaba ¡goudou, goudou! Y los seguidores del Barça, que son legión, lo repetían alborozados, ¡¡goudou, goudou!! Ese es el sonido con el que los haitianos reproducen el bramido que el 12 de enero salió desde las entrañas de la Tierra. Hoy, cien días después, ya suena distinto.
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