El 12 de abril se cumplen tres meses del terremoto de 7 grados en la escala de Richter que sacudió la isla de Haití. Después del devastador seísmo, todavía no se habla de reconstrucción, sino de recuperar la capacidad de actuación del país. Pero la Tierra no ha dejado de temblar en el Caribe, y tampoco en otras zonas del planeta. Chile, Turquía, México, EE UU y esta semana Indonesia han sufrido terremotos de diversa magnitud.
09.04.2010 12:44 // ADELINE MARCOS//Latinoamérica
En Haití, 58.500 edificios han quedado destrozados, de los cuales 24.000 reducidos a escombros y 34.500 inutilizados.
El 12 de enero de 2010, a las 16h53 hora local, un terremoto de magnitud 7 en la escala de Richter, con un epicentro a 15 km de la capital haitiana de Puerto Príncipe, perturbó la humilde vida de la isla y sus habitantes. El resultado fueron más de 200.000 muertos, miles de heridos y un país anegado por la destrucción y la desesperación.
La magnitud del desastre de Haití se debió a la cercanía de la capital con el epicentro, a las infraestructuras del país, a su situación económica y a la propia topografía. Estos factores influyeron casi más que la intensidad del terremoto, en comparación con el terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter ocurrido en Chile el pasado 27 de febrero.
El terremoto de Haití fue 70 veces menos intenso en términos energéticos que el de Chile, cuya intensidad fue como “1.500 terremotos de Haití puestos juntos”. A pesar de ello, el número de muertos en Chile no superó las 500 personas, frente a los cientos de miles en Haití. La razón, las infraestructuras haitianas no estaban preparadas.
“El mayor número de muertos se debe al derrumbe de los edificios”, asegura a SINC Alex Barbat, catedrático de Mecánica de Medios Continuos y Teoría de Estructuras de la Universidad Politécnica de Barcelona (UPC), y presidente de la Asociación Española de Ingeniería Sísmica. En Haití 58.500 edificios han quedado destrozados, de los cuales 24.000 reducidos a escombros y 34.500 inutilizados.
Misiones científicas internacionales
Entre las misiones científicas internacionales que se están realizando en la isla -sin ninguna representación española-, está la de elaborar el atlas de los daños. Hasta antes del sismo, el principal riesgo que atemorizaba a la población haitiana era el de huracanes, porque “no había habido terremotos recientes en el país”, justifica Barbat. Por esta razón los edificios eran “sumamente vulnerables al seísmo”.
Salvo el Palacio presidencial, los ministerios y otros edificios notorios, que también han sido destruidos por la fuerza del seísmo, la edificación haitiana se regía por la “autoconstrucción”. Los habitantes levantaban de forma habitual cuatro muros “muy frágiles” de hormigón hueco en un habitáculo cubierto por una placa “bastante pesada” de hormigón, para que “el huracán no se llevara el techo”, señala el sismólogo catalán, “pero esto ha sido terrible en el caso del terremoto”.
La falta de conciencia del terremoto, agravada por la situación de extrema pobreza del país, se produce porque el último terremoto sufrido por la isla caribeña sucedió en 1770. Como hace 240 años, el “Enriquillo”, una falla secundaria diferente a la que separa el límite entre EE UU y el Caribe, liberó toda su energía y produjo el devastador terremoto a pesar de ser una falla con un movimiento mínimo, de unos siete milímetros al año de promedio.
“Ha estado muchos años sin moverse y en un instante se movió todo”, señala Julio Mezcua, jefe del Área de Geomática del Instituto Geográfico Nacional (IGN) y representante nacional del Centro Regional de Sismología para América del Sur (CERESIS).
Una isla hecha laboratorio
En la actualidad la isla es un laboratorio donde se estudian todos los daños que se pueden producir. Además de valorar los daños del terremoto, los equipos científicos han llevado instrumentos para rodear la zona más próxima al epicentro y dar una localización precisa que determine la falla responsable. “Aún no se sabe si ha sido el Enriquillo o una falla paralela, desconocida o ‘ciega’, porque no ha habido rotura en superficie”, destaca Mezcua.
Por el nivel del agua superficial en toda la zona, el seísmo ha provocado también el fenómeno de licuefacción, que “ha producido bastantes daños sobre todo en el puerto”, certifica el investigador del IGN.
La vibración de las ondas del terremoto somete a los terrenos cercanos al mar y ríos a “una tensión tan alta que el agua no es capaz de quedarse dentro de la zona, por lo que se eleva y sale a la superficie con arena, como si fuera un pequeño volcán”, describe Mezcua. Si hay algo construido encima, se cae.
El terremoto también ha producido un impacto ecológico, con levantamientos de unos centímetros en algunas costas. “Hay zonas de coral levantadas y expuestas al aire, y que morirán”, manifiesta el investigador.
El futuro de Haití
Tras el terremoto, el país más empobrecido del continente americano está en manos de las organizaciones internacionales. El Banco Mundial (BM) ha cancelado la deuda de la antigua colonia francesa, que ascendía a 38 millones (el 4% de la deuda externa total del país). Los países del G-7 (Canadá, EE UU, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia y Japón) también han “perdonado” parte de los préstamos.
Pero antes de hablar de reconstrucción, el país caribeño tiene una tarea pendiente: recuperar la capacidad de actuación. “El gobierno estuvo, en primera instancia, fuera de juego, y fue incapaz de actuar”, menciona Barbat, quien recuerda que el 30% de los funcionarios del gobierno haitiano murieron en el terremoto. “El vacío no ha podido suplirse todavía”.
Entre las actividades de reconstrucción surge la necesidad de establecer un proyecto sismorresistente, porque “nunca ha habido una norma sísmica en Haití”, revela el catedrático. La norma permitirá mejorar las infraestructuras, construir bien y reducir las amenazas. “Hay que cambiar la mentalidad y construir mejor. Ésa es la solución sostenible de futuro”, zanja Barbat.
Haití era uno de los países “más atrasados” en el establecimiento de una norma. Otros países del Caribe, Centroamérica y Sudamérica tienen su propia medida. Los nuevos edificios deberán “soportar los próximos terremotos, y así evitar pérdidas humanas”, asegura Mezcua.
Para ello, los científicos insisten en aplicar, “sin grandes costos adicionales”, los códigos de edificación que consisten en “no hacer grandes edificaciones y hacerlas simétricas”, afirma el científico.
Durante al menos un año, Haití seguirá experimentando réplicas de diversa magnitud de forma continua y que se espaciarán cada vez más en el tiempo. Es la situación normal tras un seísmo, pero cada terremoto es una nueva lección para afrontar los siguientes. A pesar de las ayudas para Haití, la “normalidad” tardará en regresar a la isla, y el temor a un nuevo seísmo permanecerá durante mucho tiempo. La ausencia de una tecnología que asegure la predicción de otros terremotos tampoco tranquiliza.
-
No hay comentarios:
Publicar un comentario