AL DÍA
«Haití tardará veinte años en recuperarse, el doble de lo previsto»
La mercedaria María Luisa Ugarte trabaja en aquel paupérrimo país tras el terremoto que casi lo asoló
27.07.10 - 02:06 -
Tiene un deje de pena en sus palabras María Luisa Ugarte (Oñati, 1951), la monja mercedaria que trabaja en Haití para la recuperación del paupérrimo y devastado país por el terremoto del pasado enero. Y no por la falta de ayuda, especialmente procedente de Gipuzkoa, que se ha volcado, sino con «la burocracia, la desidia de los propios haitianos afectados, de los gremios de alimentación que ralentizan la entrega de comida porque si no ellos no sacan sus productos, y de las bandas que revenden a sus compatriotas la ayuda que llega del exterior». Así que resume: «Haití tardará 20 años en recuperarse, el doble de lo previsto tras el terremoto».
Pero María Luisa no pierde el ánimo, que lo aumenta otra vez con las vacaciones que está disfrutando en su tierra natal. Cuenta lo que ocurre en Haití, en donde ha estado ayudando desde el terremoto, ya que es la responsable de su congregación en los países del centro caribeño. «En estos momentos toda la zona del terremoto, en Puerto Príncipe sobre todo, sigue lleno de escombros. Lo que debería haberse limpiado no lo está. La gente sigue cobijada en los campamentos. Las que tenían una casa de hojalata ahora es de trapos sucios. No se han podido reconstruir los hospitales ni las escuelas derrumbadas». Parece incomprensible pero la monja señala cual es el problema: «La población haitiana afectada espera que los demás les solucionemos las cosas. No trabajan para recuperar sus casas ni su país, están en estado de 'shock'». Las organizaciones de ayuda se plantearon 'pagar' con alimentos y productos a los haitianos para que colaborasen en la reconstrucción, pero no lo consiguieron. «No hacen nada, esperan que no sólo les llevemos los alimentos sino que les demos de comer a la boca». Espera que sólo sea una situación local, en la zona más afectada por el terrible terremoto que alcanzó el punto 7 en la escala de diez de Richter.
Se hablaba en algunas reuniones de traer psicólogos para tratar a la población, «pero hay un enorme problema: la comunicación. La mayoría habla creole, una mezcla de francés y africano, mientras que los escolarizados sí hablan francés, pero son los menos», detalla María Luisa. «Necesitarían tres meses para entenderles y para ayudarles mentalmente al menos necesitas un año».
No hay una organización que gestione y coordine la ayuda. «Cada grupo de apoyo gestiona su zona como puede. Se echa de menos alguna entidad que diga cómo y qué se debe hacer». Por eso la labor de su grupo es más meritoria aún. Trabajan en un barrio de Puerto Príncipe «a veces cuesta y nos crea impotencia, a pesar de toda la ayuda que llega de fuera». Explica que «las mercedarias estamos en Jacmel, un barrio en una ladera de la capital, donde tenemos un dispensario médico. No sufrimos daños. Tenemos también una oficina de nutrición infantil. Llevamos seis años y hay tres hermanas: una médico y dos enfermeras a las que ayudan varios grupos que han venido a colaborar».
Escuelas y hospitales, ya
La responsable mercedaria en los países caribeños valora que lo más urgente reponer «son las escuelas, porque es un pueblo que necesita escolarizarse. Pero también precisa que los hospitales se reconstruyan por la cantidad de heridos y afectados por el dengue y la malaria. Y alimentos, aunque estén acostumbrados a comer muy poco».
Tanta incompetencia oficial y burocrática para atajar con rapidez los problemas más graves de la población puede suponer que las oenegés y la ayuda mundial terminen por olvidarse de Haití. María Luisa Ugarte tranquiliza a quienes deseen aportar algo a través del Obispado. «La ayuda llega, tarda mucho, pero llega y se distribuye en un año. A veces es desesperante para nosotras mismas. Por eso necesitamos que se envíe comida envasada o ropa o productos de primera necesidad que no caduquen». Ella se ha hecho cargo de seis contenedores llenados con las donaciones de los guipuzcoanos en sus parroquias. «Recuerden que Haití es el país más pobre de América. Lo que ha hecho el terremoto ha sido poner las miserias de este país ante los ojos del mundo».
Le pregunto si pide ahora algún milagro a través de su fe esta ejemplar mercedaria guipuzcoana que ayuda en uno de los países más misérrimos del planeta. Se ríe. «Pido que la gente mantenga la esperanza de que se pueden solucionar los problemas más urgentes de Haití, lentamente eso sí».
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