La cadena siempre se rompe por la parte más débil. Eso sucede también en Haití. Sus niños sufren con mayor dureza las consecuencias del devastador terremoto del día 12. En el mejor de los casos son carne de cañón para adopciones ilegales, pero otras redes de tráfico humano se sirven asimismo de ellos con fines mucho más perversos. Por ello, Unicef ha pedido la suspensión de los procesos abiertos ante alertas de que menores estuvieran siendo sacados del país sin autorización. Cruzar la frontera es muy fácil: nadie pide pasaportes o papeles.
La sospecha se confirmó ayer.
Diez estadounidenses – cinco hombres y otras tantas mujeres – fueron detenidos por la Policía al pretender cruzar a República Dominicana con 31 menores de entre 2 meses y 12 años. Un pastor haitiano y otro norteamericano están implicados en este caso de tráfico de niños.
Los arrestados dijeron pertenecer a la organización caritativa New Life Children’s Refuge (Refugio para la Nueva Vida de los Niños), con base en el estado norteamericano de Idaho, pero son investigados porque no pudieron presentar pruebas documentales sobre el destino de los niños y su altruismo. «Esto es un secuestro, no es una adopción», dijo el ministro de Asuntos Sociales y Trabajo, Yves Christallin. «Para dejar Haití un pequeño necesita autorización del Instituto de Bienestar Social, que se ocupa de los casos de adopción», agregó.
Sin censo preciso de cuántos y quiénes son los muertos o de los huérfanos, muchos niños vagan entre las ruinas de lo que fueron ciudades. Buscan entre la desolación y el pillaje comida o una mano amiga que los saque del horror y el caos de la sociedad haitiana. El Gobierno cifra en alrededor de 200.000 las víctimas mortales y tres millones y medio de damnificados de entre los 9 millones de habitantes de la nación más pobre del continente.
Abandonados en las calles
La mayoría de los fallecidos han sido enterrados sin identificación. Ni siquiera se tomaron fotografías de los rostros para seguridad de las familias. Asimismo, se desconoce la cantidad de cadáveres que están sepultados bajo los escombros. Esa realidad no ayuda a los menores a conocer si sus padres, hermanos, abuelos o tíos están vivos o muertos. Muchos han sido abandonados tras el seísmo y quién sabe cuántos más han sido dados en adopción.
Además, ni siquiera quienes están al cuidado de los orfanatos están seguros. Por la noche, bandas de saqueadores atacan esas instalaciones de Puerto Príncipe para llevarse alimentos que escasean en las calles y, a veces, también atacan a los más pequeños.
Según el subdirector del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Dermot Carty, esa situación «es un medio favorable para los traficantes, los que suministran adopciones ilegales y otros que quieren aprovecharse de la situación (...) para sacar niños de Haití». También la Alta Comisionada de la ONU para Derechos Humanos, Navi Pillay, alertaba sobre el grave peligro que supone la presencia en criminales fugados de las cárceles, traficantes de menores y delincuentes que campan a sus anchas por las calles.
El Gobierno estableció hace unos años controles muy estrictos para las adopciones y tras el terremoto ha paralizado los procesos abiertos. Pero el país es una cantera para las parejas que buscan descendencia. La enorme miseria favorece que padres agobiados por la pobreza extrema dejen a sus retoños en orfanatos y casas cuna con la esperanza de que sobrevivan y tengan un futuro mejor con otras familias.
Entre quienes defienden las adopciones aceleradas está Gladys Maximine, directora de la casa – cuna La Casa de los Ángeles. En su opinión, es una forma de «salvar vidas». «Antes del terremoto los niños ya vivían en una situación de desamparo horrible. ¿Por qué deben quedarse aquí cuando ahí afuera hay una mamá y un papá que lo desean muchísimo y lo van a querer? No estoy de acuerdo con suspender los procesos de adopción. Al contrario. Hoy es necesario hacer todo lo posible para que los niños puedan irse», enfatizó Maximine.
La sospecha se confirmó ayer.
Diez estadounidenses – cinco hombres y otras tantas mujeres – fueron detenidos por la Policía al pretender cruzar a República Dominicana con 31 menores de entre 2 meses y 12 años. Un pastor haitiano y otro norteamericano están implicados en este caso de tráfico de niños.
Los arrestados dijeron pertenecer a la organización caritativa New Life Children’s Refuge (Refugio para la Nueva Vida de los Niños), con base en el estado norteamericano de Idaho, pero son investigados porque no pudieron presentar pruebas documentales sobre el destino de los niños y su altruismo. «Esto es un secuestro, no es una adopción», dijo el ministro de Asuntos Sociales y Trabajo, Yves Christallin. «Para dejar Haití un pequeño necesita autorización del Instituto de Bienestar Social, que se ocupa de los casos de adopción», agregó.
Sin censo preciso de cuántos y quiénes son los muertos o de los huérfanos, muchos niños vagan entre las ruinas de lo que fueron ciudades. Buscan entre la desolación y el pillaje comida o una mano amiga que los saque del horror y el caos de la sociedad haitiana. El Gobierno cifra en alrededor de 200.000 las víctimas mortales y tres millones y medio de damnificados de entre los 9 millones de habitantes de la nación más pobre del continente.
Abandonados en las calles
La mayoría de los fallecidos han sido enterrados sin identificación. Ni siquiera se tomaron fotografías de los rostros para seguridad de las familias. Asimismo, se desconoce la cantidad de cadáveres que están sepultados bajo los escombros. Esa realidad no ayuda a los menores a conocer si sus padres, hermanos, abuelos o tíos están vivos o muertos. Muchos han sido abandonados tras el seísmo y quién sabe cuántos más han sido dados en adopción.
Además, ni siquiera quienes están al cuidado de los orfanatos están seguros. Por la noche, bandas de saqueadores atacan esas instalaciones de Puerto Príncipe para llevarse alimentos que escasean en las calles y, a veces, también atacan a los más pequeños.
Según el subdirector del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), Dermot Carty, esa situación «es un medio favorable para los traficantes, los que suministran adopciones ilegales y otros que quieren aprovecharse de la situación (...) para sacar niños de Haití». También la Alta Comisionada de la ONU para Derechos Humanos, Navi Pillay, alertaba sobre el grave peligro que supone la presencia en criminales fugados de las cárceles, traficantes de menores y delincuentes que campan a sus anchas por las calles.
El Gobierno estableció hace unos años controles muy estrictos para las adopciones y tras el terremoto ha paralizado los procesos abiertos. Pero el país es una cantera para las parejas que buscan descendencia. La enorme miseria favorece que padres agobiados por la pobreza extrema dejen a sus retoños en orfanatos y casas cuna con la esperanza de que sobrevivan y tengan un futuro mejor con otras familias.
Entre quienes defienden las adopciones aceleradas está Gladys Maximine, directora de la casa – cuna La Casa de los Ángeles. En su opinión, es una forma de «salvar vidas». «Antes del terremoto los niños ya vivían en una situación de desamparo horrible. ¿Por qué deben quedarse aquí cuando ahí afuera hay una mamá y un papá que lo desean muchísimo y lo van a querer? No estoy de acuerdo con suspender los procesos de adopción. Al contrario. Hoy es necesario hacer todo lo posible para que los niños puedan irse», enfatizó Maximine.
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