20/3/2010 EL PERIÓDICO
Vivió el terremoto en Puerto Príncipe. Hace dos semanas, regresó a su país y, recién llegado, expone su pesimismo, profundo y preocupante.
- Marc Antoine Archer. Foto: ALBERT BERTRAN
MONTSE MARTÍNEZ
«¿Pasa el metro por aquí debajo, verdad?». Es la pregunta que hace el cónsul de Haití en Barcelona a los pocos minutos de llegar a EL PERIÓDICO. Lo que para unos es un imperceptible temblor, que pasa casi siempre desapercibido, para él es un viaje instantáneo, un mal viaje, al Puerto Príncipe del 12 de enero, día en que la tierra se movió para provocar una de las mayores catástrofes naturales que se recuerdan. Cuando entra en algún sitio, busca instintivamente la salida.–¿Qué se ha encontrado en Haití dos meses después del terremoto?–Haití está en un momento crucial. Mi preocupación es que todavía no nos hemos dado cuenta de que hay que entonar un mea culpa. Hemos hecho mal las cosas durante mucho tiempo. Me he encontrado una angustia profunda en la gente, que tiene pavor a cualquier vibración. Hasta a mí me pasa estando a 7.000 kilómetros. He notado también que la gente se ha acostumbrado a vivir en una situación excepcional y tengo miedo de que acepten su fatalidad como normalidad. Siguen haciendo lo mismo cuando el país ya no es el mismo, está destruido. Hay que construir un país.
–¿Por dónde pasa una buena reconstrucción?–No volviendo a dejar el país tal y como antes del terremoto, sino hacer que se adapte a los ritmos modernos. Si tanto Haití como la comunidad internacional no trabajan para que el país se modernice, habrá sido todo en vano.
–Le noto muy pesimista. ¿Va Haití mal encaminado?–Supongo que hay una fecha clave, el 31 de marzo, la cumbre internacional de los países donantes en Nueva York para la reconstrucción de Haití. Esta fecha está condicionando las demás acciones. Pero no he visto unas señales claras de que se hacen cosas para cambiar.
–¿Qué esperaba encontrar que no ha encontrado?–No he encontrado señales de que la gente sepa hacia dónde va a ir. Haití no sabe aún hacia dónde va. No me he encontrado que la gente tenga señales claras de que habrá un sistema normativo distinto, que no se puede construir en según que zonas, que no se pueden seguir talando árboles. No he notado que la sociedad se preocupe. He visto un individualismo preocupante. La gente sigue haciendo lo que hacía antes del terremoto, sin una orientación colectiva clara. No puede ser que la comunidad internacional se preocupe del haitiano más que el haitiano de sí mismo.
–¿Es una crítica a la clase política haitiana?–He visto intentos del Gobierno de hacer algo. Estos intentos se han concretado en un documento de evaluación y orientación possísmico para la reunión de Nueva York. Lo único claro que he visto. Pero no hemos buscado esta primera reconciliación con nosotros mismos. Reconocer que esto ha pasado porque hemos actuado mal. Que somos artífices de nuestra desgracia. Pedir perdón a la gente que ha muerto por la dejadez y falta de planificación. El haitiano es el responsable de lo sucedido. Ahora deberá dar cuenta de cómo usa la ayuda.
–Y, entre reunión y reunión, la vida sigue en Puerto Príncipe.–Sí. La gente sigue teniendo necesidades y es cuando necesita más orientación. Y aquí hemos fallado todos. Quizá se ha confundido la emergencia con empezar un periodo de reconstrucción aunque no se tengan las líneas claras. Hoy se funciona como en una situación de emergencia, no de reconstrucción. Y funcionar como en una emergencia dos meses después significa, por ejemplo, dar al traste con el esfuerzo de recuperar la agricultura del país. La ayuda de emergencia prolongada, como está ocurriendo, lastra la economía del país.
–¿Qué ha hecho mal el haitiano?
–Mala relación con el medioambiente. Hemos creído de forma errónea que las necesidades energéticas las podíamos satisfacer cortando árboles sin planificación ninguna. Una culpa de los dirigentes por la falta de planificación. Y dejar que se degradaran las condiciones de vida. No hemos sabido tener estructura de ciudad. La comunidad internacional no ha entendido la ayuda orientada a crear estructuras propias, sino que la ha limitado a emergencias.
–¿La tragedia es una oportunidad?
–Por respeto a nuestros muertos, la tragedia debe ser una oportunidad. No se puede dejar que esta tragedia vuelva a pasar en Haití. No podemos dejar que hayan muerto tantos haitianos y que esto no suponga una mejoría.
–¿Cómo está la gente? ¿Come, bebe, puede tratar sus heridas?–La gente va comiendo, pero aún se ven muchos carteles pidiendo ayuda. Hay gente con dinero que no encuentra lo que busca. Fuera de la capital, funciona mejor. Siempre hay un mango que cae del árbol. Hay problemas de infecciones. Haití ya tenía muchos minusválidos antes y el terremoto ha dejado muchos mutilados. Gente que tiene la conciencia de que les han amputado un miembro sabiendo que la amputación no era la última solución y podrían haberlo salvado. Creo que se ha abusado un poco de la amputación.
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