ROCÍO AYUSO 07/02/2010> La lluvia es torrencial. Los Ángeles, en estado de emergencia. Las evacuaciones en zonas devastadas meses atrás por los incendios forestales, un hecho. Jared Diamond, científico estadounidense de 71 años y profesor de Geografía en la Universidad de California (UCLA), no muestra preocupación aunque su casa esté en uno de esos cañones anegados. "En una semana lloverá tanto como en todo 2009", afirma. Pero el caos no le afecta. Porque este fisiólogo evolutivo, antropólogo e historiador es el autor de Colapso (Debate). Y cuando uno es capaz de analizar claro y sereno por qué unas sociedades perduran mientras otras, como mayas o vikingos, desaparecen en su cénit, o de ganar el Pulitzer y hacer un best-seller de Armas, gérmenes y acero (estudio del modo en que unas culturas triunfan sobre otras), las condiciones meteorológicas californianas no van a romper su tranquilidad. Incluso la situación actual de Haití, país devastado por un terremoto de magnitud 7 y centro de muchos de sus estudios, no parece quitarle el sueño. Al contrario. Acusado a veces de catastrofista y hasta de racista por recordar los peligros a los que parece abocado el mundo, el seísmo que ha sacudido a la isla que Colón bautizó en 1492 como La Española parece darle esperanza. En Colapso, Diamond describió Haití como ejemplo de sociedad actual al borde del abismo. Un país con desventajas medioambientales respecto a la vecina República Dominicana agravadas por decisiones históricas, comerciales y políticas que durante siglos lo han sumido en la miseria. Y el seísmo les deja sin lo poco que tenían.
"La visión más optimista ante el colapso es abordar en serio el problema, que nadie deba abandonar ni Haití ni África"
Fue gradual. Primero, asumir la noticia; las cifras hablaban de 100.000 muertos; luego, ver la incapacidad de su Gobierno ante el problema o la reapertura del aeropuerto bajo control de las fuerzas estadounidenses. Y la pregunta, ¿cuál es el futuro de Haití?, que me devolvió a discusiones mantenidas hace un lustro, en mi visita a la isla. Una incógnita con dos respuestas: la de los incapaces de encontrar razón para la esperanza y los que trabajaban duro para encontrar alguna.
Lo normal hoy sería sumarse al primer grupo.
Es fácil pensar que el terremoto ha acabado con cualquier esperanza. Pero también deja claro que esta catástrofe no es sólo un problema para los haitianos. Lo es para estadounidenses, canadienses, franceses Suena cruel hablar de Haití como problema, pero son diez millones de personas sufriendo. Crecen así las razones para la preocupación. Haití está cerca de nuestra costa. Más de 300.000 haitianos hay en Florida. Y con el deterioro de la situación serán muchos más los desesperanzados. Por eso, aunque sólo sea por propio interés, para evitar que todo acabe aquí, debemos compartir su preocupación.
Y el resto del mundo, ¿por qué preocuparse de Haití tras el duelo?
Los canadienses están igual que los estadounidenses. Y en Francia, el argumento de obligación moral con Haití está algo gastado. Si quieres que la gente ayude, apela a su propio interés. Como EEUU vio en el 11-S y España tras el ataque en Madrid, cuando la gente está infeliz tiene formas de compartir su infelicidad. Haití tiene potencial para crear gran infelicidad en EE UU y Europa. Como los cayucos recuerdan a los españoles que hay un problema en África o los botes que llegan a Malta o los albanos a Italia, los haitianos no dejarán que olvidemos sus problemas en un año, ni en cinco. Llegarán cada vez más. No habrá muro que los mantenga en Haití.
Ahora sí suena catastrofista.
No soy ni optimista ni pesimista. Disfruto del optimismo con cautela. Y con Haití hay razones para un optimismo cauto.
¿Por qué? El terremoto ha sembrado la devastación en un país atenazado por la pobreza, la falta de agua potable, la deforestación y el sida...
Sí, ha empeorado las cosas. Y estaban muy mal antes. Haití sufre una deforestación del 99% con grandes problemas de erosión en un terreno muy montañoso. Pero dicho esto, la motivación en EEUU y Europa para ayudar es más fuerte que nunca, y los beneficios de un Haití económicamente viable serán mejores. Es fácil discutirlo en términos económicos. Por ejemplo, preguntarse cuánto puede costar la reconstrucción. O empecemos por problemas de salud. Después del sida, el segundo problema es la malaria. ¿Cuánto costaría solucionarlo? Muy barato. Las mosquiteras previenen la malaria y cada una cubre a una mujer y dos niños. Cuestan 5,60 euros y, digamos, hay que proteger a nueve millones de haitianos. Son 16,8 millones de euros. ¡Hay tanto estadounidense que podría firmar ese cheque! O españoles. O en términos laborales, en la última década son muchas las empresas que se han llevado el trabajo fuera de EEUU. A México. Pero ahora los sueldos allí son más altos que en China o Vietnam. Aquí entra Haití, más pobre que México y con una gran fuerza de trabajo no precisamente vaga, trabajadores duros por sueldos modestos, que es más que no ganar nada. Ésas son razones para la esperanza. Son muchos los estadounidenses que podrán abrir sus plantas en la isla con mínima inversión. Paradójicamente, hay más esperanza que nunca.
¿Cuán lejos está esta recuperación?
La recuperación es posible y necesaria. Haití no tiene recursos para hacerlo solo y necesita ayuda exterior, pero debe ser de modo que funcione con los haitianos. La isla tiene una larga historia con EEUU y los haitianos tienen buenas razones para desconfiar del Ejército estadounidense. Mejor sería contar con la ONU como paraguas para crear una fuerza común entre España, que comenzó los problemas de la isla, y Francia, que los aumentó, y EEUU y Canadá. Sería la opción más viable. Además, el Gobierno actual de Haití no está en las calles por falta de recursos, pero ha sido elegido democráticamente. El propio presidente ha sido afectado. Un Gobierno motivado, razonablemente poco corrupto, mejor o no tan malo como los Duvalier u otros de las últimas décadas. Es el mejor momento para ser optimista.
¿Dónde nace su interés por Haití?
Basta leer el título de mi último libro, Natural experiments of history. Le dedico un capítulo. Haití es un experimento natural. En historia no podemos hacerlos como en química, poner los elementos a analizar en probetas y someterlos a pruebas. Si fuera un visitante de Andrómeda y quisiera analizar la raza humana, iría a España, trazaría una raya y probaría cosas a ambos lados. Afortunadamente esto no está permitido, pero en La Española se dan esas condiciones de forma natural. Hay una línea, del lado occidental está Haití, y del oriental, la República Dominicana. Un experimento natural igual que las dos Alemanias o Corea del Norte y Sur. De ahí mi interés. Me permite comparar el grado de evolución de sociedades que comparten un territorio.
¿No es contradictorio que en ‘Colapso’ hable de la amenaza para el planeta de las sociedades que llegan al máximo de poder, pero a la hora de catástrofes sea el Primer Mundo el que vaya al rescate?
Así parece, pero si ocurriera algo realmente terrible, si la economía mundial no sólo viviera un gran susto como en 2008, sino que en 15 años colapsa o hay guerra nuclear…, ¿quién estará en mejor situación, haitianos o madrileños? Yo apuesto por los haitianos. Son muy pobres, pero no dependen de nada. En Madrid, si el Primer Mundo colapsa, las soluciones no son fáciles.
¿Cuáles son las posibilidades de tal colapso?
Hablemos en 30 o 50 años. Entonces sabremos si el mundo colapsa. Eso, si hemos solucionado los problemas; en caso contrario, será una realidad.
¿Por qué habla de ese plazo?
En ese tiempo las cosas habrán cambiado de tal forma que habremos explotado nuestros recursos. Se habrá agotado el acceso a las formas de energía no renovables o al agua potable. Los estadounidenses hacemos cosas terribles, pero también la UE, y una de ellas es la sobrexplotación pesquera de las costas africanas. Y si seguimos en esa dirección, en ese plazo nos veremos al borde del colapso. Los escenarios son muchos. Desde el peor, una aniquilación nuclear que acabe con los problemas porque nos elimine a todos. O que la vida siga, pero en Nueva Guinea y en Haití, no en Los Ángeles o Madrid. Otra posibilidad más sutil que la guerra es que la situación siga degenerando y la pobreza se extienda de modo que España se convierta en la nueva Somalia. La visión más optimista es que nos tomemos los problemas en serio y nadie tenga que abandonar Haití o África, porque las condiciones sean buenas donde están. Existe una preocupación cada vez mayor y hay que mantener la esperanza. La verdadera pregunta es si nuestra preocupación aumenta a la velocidad necesaria o va muy despacio. Porque el precipicio está ahí.
Hay quien piensa que esa respuesta está en manos de Dios.
En momentos asi es fácil pensarlo. Haití sufre un terremoto igual que Italia, Los Ángeles, Alaska, Japón… Pero en Los Ángeles pasa, se declara estado de emergencia, policía, bomberos, el ejército sale a la calle, y los supermercados abren. En Haití, no. Por eso, cuando el teleevangelista Pat Robertson dice que la ira de Dios ha caído sobre ellos se olvida que es la misma que cae sobre Italia, EEUU o Japón, la misma ira que debería caer sobre él por ser tan estúpido.
Jared Diamond es geógrafo estadounidense
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