Los escultores de la basura de la Grand Rue de Puerto Príncipe expresan la vida y la muerte de los haitianos | Tienen obra en Liverpool y Florida, y han expuesto en EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Suecia, Suiza, Senegal...
LA VANGUARDIA> FÉLIX FLORES | Puerto Príncipe. Enviado especial | 08/02/2010 | Actualizada a las 02:28h | Internacional
El terremoto mató a Loaco. Antes de morir, este escultor de 35 años dejó una representación de sí mismo hoy tirada en un rincón del solar. Es un cadáver (tal vez antes no lo era) que muestra sus costillas de metal y una calavera con dos grandes bombillas que miran con horror hacia lo que dejó atrás, hacia los talleres de los Atis-Rezistans (Atis-rezistans. com), los artistas resistentes, los escultores de la basura de la Grand Rue de Puerto Príncipe. Arte contemporáneo apreciado en el mundo, ignorado en Haití.
Eugène, Celeur y Guyodo, los otros miembros del grupo, siguen con vida, así como sus familias. Celeur, con un visible estrés. Chevy, uno de los alumnos mayores, se frota la barbilla sin cesar; Beauty, la chica que admira a Eugène como a un padre, lo lleva un poco mejor, y algunos de los más jóvenes –Léonce, de 14 años, e Innocent, de 19– ya han hecho sus primeras obras sobre el terremoto. Son chicos que parecen de colegio de pago, pero en sus obras ya asoma el dolor, la angustia, la crítica, el humor y la fuerza de sus maestros. Celeur cree que trabajará para explicar el terremoto en cinco o diez años. ¿Se puede hacer algo así? "En arte se explica todo".
El fundador del grupo, Eugène, y los demás dejaron de tallar madera para los turistas (muchas pinturas naif haitianas se venden en la República Dominicana) y optaron por ser libres. En un sentido profundo, Haití, el primer país independiente de América Latina, el primero en abolir la esclavitud, se siente todavía un pueblo esclavo. El reciclaje ha dado a los artistas de la devastada Grand Rue esa libertad. Aunque tienen una pieza colectiva de encargo en el museo de la Esclavitud de Liverpool y Celeur vendió a un museo de Florida sus tres jinetes del Apocalipsis haitiano (sida, represión, pobreza), en realidad malviven.
Están cerca del cementerio y de los talleres mecánicos de la calle central de Puerto Príncipe. Las piezas de coches y motos dan para mucho, y abundan las calaveras. Todo está a mano. Hoy todavía más. Pero Chevy dice que tendrán que esperar un mes, mientras se hace todo el papeleo necesario sobre los edificios destruidos, para poder entrar en las ruinas a por material. Hacerlo antes sería pillaje. Y la policía dispara.
Han llevado su obra a EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Suecia, Suiza, Senegal... El programa de este año incluye Kingston (Jamaica), Milán y Bruselas. Algunas piezas son enormes.A veces no pueden llevarlas al extranjero y en vez de exponer montan talleres allí donde les invitan.
Eugène, que está estos días en EE.UU., creó aquí un museo sin techo. Es un museo abigarrado, arrebatador, de esculturas, montajes y pinturas que se extiende por un laberinto estrecho de chabolas que parte de la Grand Rue, algunas ocupadas por artesanos de la madera, cubriendo todas sus paredes, poniendo fantasía y quizá reflexión en la vida mísera de unas gentes que pensaban que estos tipos estaban locos hasta que triunfaron en el extranjero.
Apenas se puede caminar. Hay obras por todas partes mezcladas con escombros y materiales por usar; a veces las vamos pisando en el estudio de Celeur, dos plantas de cemento podrido que no se acabaron de construir. El ex futbolista Guyodo, con sus gafas de sol en un cubículo sin luz en el que sus obras, esmaltadas de aluminio y destellos de color, acosan al visitante y le tiran de la ropa, cuenta que le han puesto en catálogos "al lado de artistas que venden por cientos de miles de dólares". Su trabajo, que él niega que esté tan inspirado en el vudú como se dice, es el menos oscuro y el más divertido de todos.
– Algunos artistas europeos nos dicen que encuentran poder y vida en nuestro trabajo, que pueden olerlo, sentirlo –explica Celeur... Pero Haití es otra cosa...
– Desde que era niño –Celeur anda por la cuarentena–, con cualquier gobierno el rico se hacía más rico y el pobre más pobre, y los ricos son egoístas.
Nunca les han comprado nada. ¿Les vendería alguna obra? Por una sola vez, Celeur se ríe:
– No la comprarían, porque se verían a sí mismos
El fundador del grupo, Eugène, y los demás dejaron de tallar madera para los turistas (muchas pinturas naif haitianas se venden en la República Dominicana) y optaron por ser libres. En un sentido profundo, Haití, el primer país independiente de América Latina, el primero en abolir la esclavitud, se siente todavía un pueblo esclavo. El reciclaje ha dado a los artistas de la devastada Grand Rue esa libertad. Aunque tienen una pieza colectiva de encargo en el museo de la Esclavitud de Liverpool y Celeur vendió a un museo de Florida sus tres jinetes del Apocalipsis haitiano (sida, represión, pobreza), en realidad malviven.
Están cerca del cementerio y de los talleres mecánicos de la calle central de Puerto Príncipe. Las piezas de coches y motos dan para mucho, y abundan las calaveras. Todo está a mano. Hoy todavía más. Pero Chevy dice que tendrán que esperar un mes, mientras se hace todo el papeleo necesario sobre los edificios destruidos, para poder entrar en las ruinas a por material. Hacerlo antes sería pillaje. Y la policía dispara.
Han llevado su obra a EE.UU., Gran Bretaña, Francia, Suecia, Suiza, Senegal... El programa de este año incluye Kingston (Jamaica), Milán y Bruselas. Algunas piezas son enormes.A veces no pueden llevarlas al extranjero y en vez de exponer montan talleres allí donde les invitan.
Eugène, que está estos días en EE.UU., creó aquí un museo sin techo. Es un museo abigarrado, arrebatador, de esculturas, montajes y pinturas que se extiende por un laberinto estrecho de chabolas que parte de la Grand Rue, algunas ocupadas por artesanos de la madera, cubriendo todas sus paredes, poniendo fantasía y quizá reflexión en la vida mísera de unas gentes que pensaban que estos tipos estaban locos hasta que triunfaron en el extranjero.
Apenas se puede caminar. Hay obras por todas partes mezcladas con escombros y materiales por usar; a veces las vamos pisando en el estudio de Celeur, dos plantas de cemento podrido que no se acabaron de construir. El ex futbolista Guyodo, con sus gafas de sol en un cubículo sin luz en el que sus obras, esmaltadas de aluminio y destellos de color, acosan al visitante y le tiran de la ropa, cuenta que le han puesto en catálogos "al lado de artistas que venden por cientos de miles de dólares". Su trabajo, que él niega que esté tan inspirado en el vudú como se dice, es el menos oscuro y el más divertido de todos.
– Algunos artistas europeos nos dicen que encuentran poder y vida en nuestro trabajo, que pueden olerlo, sentirlo –explica Celeur... Pero Haití es otra cosa...
– Desde que era niño –Celeur anda por la cuarentena–, con cualquier gobierno el rico se hacía más rico y el pobre más pobre, y los ricos son egoístas.
Nunca les han comprado nada. ¿Les vendería alguna obra? Por una sola vez, Celeur se ríe:
– No la comprarían, porque se verían a sí mismos
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