EL PAÍS (INTERNACIONAL), F. PEREGIL | Puerto Príncipe 26/01/2010
Con sólo mirar las calles de Puerto Príncipe dan ganas de retirar los escombros y empezar a reconstruir cuanto antes los miles de edificios derribados. Más de un millón de personas viven a la intemperie. Pero de momento tendrán que seguir esperando antes de diseñar sus nuevos hogares. El Banco Mundial y el Gobierno de Haití promovieron ayer el encuentro de expertos en construcción antisísmica provenientes de California con decenas de ingenieros y arquitectos haitianos. La reunión continuará la próxima semana y tendrá como objetivo informar a los haitianos por qué se produjo una destrucción tan masiva y qué se puede hacer para evitarla en el futuro.
Entre los asistentes se encontraban los hermanos Ronald y Evelyne Craan, ingeniero y arquitecta de 52 y 51 años, hijos a su vez de otro ingeniero de la construcción. "Lo primero que nos recomendaron", explica Ronald, "es evaluar los edificios no destruidos aunque sí afectados. Tendremos que comprobar cuáles merecen la pena ser reconstruidos y cuáles no. Eso nos llevará entre dos y seis meses. Y hasta que no se concluya bien la primera fase no podremos emprender la segunda, que consistirá en reparar y reforzar algunos bloques y demoler otros. La etapa final será reconstruir la ciudad. Y eso va a ser muy complicado, porque antes de poner un ladrillo en cualquier terreno habrá que delimitar muy bien hasta dónde llegaba la propiedad de cada uno. Me temo que habrá litigios".
Para no repetir los errores que llevaron a tanta destrucción habrá que averiguar con exactitud cuáles fueron esos errores. Hasta el momento se ha hablado mucho sobre la composición del hormigón: demasiada arena y poco cemento. Pero los hermanos Craan niegan tal cosa. "Ha habido edificios que quedaron intactos al lado de otros pulverizados", indica la arquitecta. Y los materiales eran los mismos. "En Haití tenemos un buen laboratorio de ingeniería, tenemos buenos ingenieros, buenos arquitectos, buenos capataces, buenos materiales y buena arena para construir. ¿Qué falló entonces? Pues, por un lado, que no tenemos ninguna norma antisísmica, porque el último terremoto potente lo sufrimos en 1843; y, por otro, que, como somos un país pobre, no contamos con una buena política de supervisión. Aquí cada uno se cree ingeniero y arquitecto", concluye Evelyne Craan.
"A veces el ingeniero calculó bien la resistencia de los materiales, el arquitecto diseñó bien la planta de la casa, pero llegó el capataz y se ahorró lo que pudo en materiales y en tiempo de construcción. Y en otros casos se ha añadido altura a edificios que fueron diseñados para soportar sólo el peso de dos pisos. Y nadie supervisó la obra".
Los hermanos Craan explican que hay un tipo de temblor que lo origina el movimiento horizontal de las placas tectónicas. Con ellos la destrucción se produce mediante el balanceo de los edificios; otros temblores se desencadenan por el movimiento vertical del suelo, que provoca golpes en los bajos de las casas como si se tratara de una inmensa taladradora. "En el caso de Haití confluyeron los dos tipos de movimientos tectónicos. O sea, hubo balanceo y taladro. Por eso hay tantos edificios ladeados y al mismo tiempo tantos suelos hundidos. Algunas columnas se han clavado en el techo de las casas como si fueran puntillas".
Además de todo lo anterior, es necesario conocer un detalle: "En Haití hay dos tipos de ladrillos: los que se hacen en fábricas y los hechos a mano. Estos últimos son mucho más baratos, pero absorben peor los golpes. En cuanto tengamos una normativa antisísmica, el panorama cambiará. Resistiremos temblores de hasta 8,5 en la escala Richter", señala el ingeniero Craan.
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