lunes, 10 de mayo de 2010

CUANDO NO SE PUEDE ALIMENTAR A LOS HIJOS


La información proviene de Puerto Príncipe y es del corresponsal de la agencia Associated Press (AP), Ukmini Callimachi: “Semanas después de que un niño fue hallado en un depósito de basura, su padre apareció. El bebé se movió en su cuna, sonrió y alzó los brazos, pero su padre ni lo tocó y el bebé comenzó a llorar y patalear. El hombre partió poco después y no se le volvió a ver, según un informe escrito por un trabajador social en el Hospital Saint Catherine en el barrio miserable de Cite Soleil, donde fue llevado el niño”.
La crónica hace un recuento de los estragos causados por el brutal terremoto en Haití, el 12 de enero, que dejó en el desamparo al menos a 1.3 millones de los 9 millones de haitianos, en su gran mayoría pobres, cuyas condiciones de supervivencia son ahora aún más paupérrimas.
“Varadas en tiendas de campaña con una ayuda que se está agotando —prosigue AP—, las familias están abandonando a sus hijos con la esperanza de que las organizaciones de socorro les puedan ofrecer una vida mejor, dicen trabajadores de las agencias de ayuda.”

Cuenta Callimachi que “niños pequeños están siendo encontrados solos en las salas de espera de los hospitales. En las afueras de una clínica privada, voluntarios descubrieron a un niño de tres años con una bolsa de ropa interior cuidadosamente doblada. Una nota pedía a quienes le hallasen que cuidasen de él”.
Incluso antes del terremoto de magnitud 7, los padres pobres ya dejaban a sus hijos en orfanatos donde al menos recibían un alimento al día. Según Tamara Palinha (37 años), que ayudó a coordinar asuntos logísticos en el hospital de campaña montado por la Universidad de Miami en terrenos del aeropuerto de la capital, “el número de niños abandonados ha aumentado enormemente”. Esto lo confirman los trabajadores de orfanatos, que dicen que sus instalaciones están abarrotadas con niños que no son huérfanos.
Entrevistada por AP, Nadine Jean-Baptiste, paciente de sida de 35 años, narra su caso. Ella dejó hace poco a su hija de dos años, Christine, en un orfanato en la misma calle en la que está el cobertizo de almacenaje en donde vive ahora. Antes del sismo, Nadine apenas podía pagar por sus medicinas, alimentos y necesidades de su hija. Su esposo, cocinero, quedó sepultado bajo los escombros del restaurante donde trabajaba. Ella oyó sus gritos de socorro, pero no pudo hacer nada.
Con su casa destruida, Nadine está sopesando una terrible decisión: Una pareja estadunidense desea adoptar a Christine. “Yo amo a mi hija, no quiero entregarla”, dice Nadine, con la voz ahogada por la tristeza. “Pero no tengo qué darle de comer. No tengo otra opción”.

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